La monarquía británica afronta uno de los periodos más frágiles de su historia reciente al verse reducida a mínimos con dos de sus máximos representantes, el rey Carlos III y la princesa de Gales, Kate, en tratamiento oncológico.
La princesa de Gales, de 42 años, anunció este viernes en un emotivo vídeo que ha empezado a recibir quimioterapia preventiva, después de que unos análisis tras su operación abdominal del 16 de enero revelaran que tenía cáncer.
Tras semanas de conjeturas sobre su estado de salud, la esposa del príncipe William, heredero al trono británico, de 41 años, decidió explicar ella misma su situación.
En la grabación de un par de minutos, en la que aparece sentada al aire libre, se muestra determinada y firme, en ocasiones sonriente, con su lustrosa melena suelta y algo más delgada.
En el caso del rey, el 5 de febrero fue el Palacio de Buckingham el que anunció que padecía cáncer, si bien no especificó detalles al margen de decir que había comenzado la quimioterapia.
El cáncer se le detectó, de una forma similar a lo ocurrido con Kate, durante el proceso quirúrgico al que se sometió en enero para tratar un agrandamiento de próstata, del cual, por orden del monarca, también se informó a los ciudadanos para concienciar sobre la enfermedad.
Tanto el diagnóstico de Carlos III, que permanece alejado de las labores públicas aunque mantiene las de despacho, como el de la princesa de Gales dejan al Reino Unido compungido y algo preocupado por la estabilidad de una institución histórica que es una gran referencia para la nación.
Kate aclaró asimismo este viernes que no participará en compromisos oficiales hasta próximo aviso para centrarse en su curación y en velar por su familia, en especial sus tres hijos: Jorge, de 10 años; Carlota, de 8; y Luis, de 5, a quienes ya ha informado de su condición.
Queda la duda de si ella asistirá el domingo de Pascua a un servicio religioso -quizás su última aparición pública en una temporada-, tal como había adelantado la prensa.
La ausencia primero del monarca, de 75 años, y después de la princesa hizo que el resto de la familia real tuviera que asumir más compromisos, principalmente el heredero y la reina Camila, de 76 años, quien este mismo jueves estuvo de visita oficial en Belfast.
Durante esa estancia, Camila aseguró que su esposo está "muy bien" y recibió unos productos típicos para llevarle, de los que dijo que los iba a "disfrutar al máximo".
William visitó el martes un proyecto para sintecho que apadrina su fundación en la ciudad norteña de Sheffield, horas después de que el periódico 'The Sun' difundiera un vídeo en el que se le veía paseando con Kate tras comprar en una granja cercana a su casa en Windsor (a unos 40 kilómetros de Londres).
Esa fue la primera aparición de la princesa desde su operación abdominal, y sirvió para acallar parcialmente las especulaciones en las redes sociales sobre su salud, que se acrecentaron cuando el 10 de marzo ella publicó en X una foto con sus hijos que después admitió haber retocado.
Con Kate y Carlos III fuera de juego por el momento, las tareas de representación recaen también sobre la princesa Ana y el príncipe Eduardo, dado que el otro hermano del rey, Andrés, está inoperativo tras verse implicado en un caso de abuso de menores.
Existe la incógnita de cuál será el papel del príncipe Harry, hermano menor de William, si bien parece improbable que pueda reincorporarse como miembro activo a la monarquía, de la que se retiró en enero de 2020 para vivir en Estados Unidos con su esposa Meghan y sus hijos Archie, de 4 años, y Lilibet, de 2.
Al conocerse este viernes el diagnóstico de Kate -que al parecer descubrió a finales de febrero-, la presión a la que ha estado sometida en las últimas semanas, objeto de teorías conspiranoicas en todo el mundo, cobra nueva perspectiva.
Los príncipes de Gales confían en que su mensaje sirva para ofrecerles un poco de privacidad en estos momentos difíciles, pero, visto el interés que generan, esto no está garantizado.