En medio de la pandemia por coronavirus, donde miles de científicos están poniendo sus esfuerzos, habilidades e inteligencia para desarrollar un método que ayude a detenerla, siguen en aumento los grupos que rechazan cualquier inyección que prevengan enfermedades virales.
Los llamados movimientos antivacunas, son formados por personas que consideran que las vacunas “afectan y enferman” más que el hecho de no usarlas y no aportan “ningún beneficio”.
No obstante, autoridades de la Organización Mundial de la Salud (OMS), han desmentido estas creencias y han certificado que los antivacunas son “un factor de importancia en el aumento de la mortalidad por enfermedades prevenibles”, tales como el sarampión, cepas gripales como el coronavirus y la gripe aviar, el paludismo, la poliomielitis, entre otras.
Hoy en día, gran parte de estos movimientos son liderados por celebridades de Hollywood, con una mayor influencia en la vida social y del espectáculo mundial, que deciden no vacunarse ni vacunar a sus hijos y utilizan sus plataformas para promover su ideología.
En 2015, creó controversia en Twitter con una serie de mensajes donde señalaba que los “niños eran envenenados” con mercurio y aluminio a través de las inmunizaciones obligatorias. Mientras que en 2009 dio varias declaraciones señalando que no existe una garantiza de que las vacunas son seguras y eficaces.
En 2019, la actriz se reunió con legisladores de California y con el activista antivacunas Robert F. Kennedy Jr. para discutir sobre un proyecto de ley que planteaba restringir las exenciones médicas de las vacunas sin la aprobación de un funcionario de la salud.
Hizo de conocimiento público su movimiento en redes sociales y aseguró que su hijo mayor no sería vacunado.
La actriz y modelo es una de las activistas más centradas en el movimiento antivacunas.
En 2007, su hijo Evan Joseph Asher fue diagnosticado con autismo y McCarthy señaló que la enfermedad surgió a partir de las vacunas que recibió. Lo cual, según la OMS, es falso.
En 2015, la actriz estadounidense solicitó vetar un proyecto de ley donde establecía que todos los niños fueron vacunados para ingresar al sistema escolar en California.
El proyecto SB277 fue aprobado a pesar de sus esfuerzos ese mismo año, pero Blair levantó polémica en Twitter diciendo que era la elección de los padres vacunar o no a sus hijos.
La modelo retirada mostró su apoyo al documental Trace Amounts, autismo, mercurio y la verdad oculta donde se explica los efectos secundarios de las inyecciones.
En Twitter escribió que era una película de “vista obligada” y que el público debía ser parte de la “solución”.
La actriz de Ni Idea escribió un libro sobre embarazo y parto, donde reveló que hijos de algunos amigos suyos “nunca volvieron a ser los mismos” después de recibir una vacuna y que conocía varias anécdotas de médicos que señalaban la angustia de los padres por ver tan afectados a los niños después de una inyección.
La Organización Mundial de la Salud ha aseverado que los antivacunas son una grave amenaza para la salud pública, que evitan que las vacunas salven a cerca de tres millones de personas cada año en todo el mundo.
Asimismo, segura que, aunque prevalece la creencia de que las vacunas no funcionan, son necesarias para prevenir contagios, ya que los métodos de limpieza, desinfección y saneamiento no son suficientes para matar los virus o evitar que ataquen a los sistemas inmunológicos.
La seguridad de las inmunizaciones es respaldada por pruebas científicas, ensayos y correcciones de errores.
Los expertos en salud están de acuerdo con que la mayoría de las vacunas pueden provocar efectos secundarios, pero estos suelen ser leves y temporales como dolor, alergia, ardor o fiebre, en comparación con el impacto y las consecuencias de una enfermedad que pudo ser prevenida.
Por ejemplo, la poliomielitis causa parálisis; el sarampión encefalitis y ceguera, mientras que otras enfermedades prevenibles pueden conducir a la muerte.
Los movimientos antivacunas se ven alimentados por el miedo de ciertos efectos secundarios, pero principalmente por la creencia que las vacunas pueden ocasionar padecimientos mentales como el autismo.
Los expertos en salud ha desmentido este hecho a lo largo de los años, desde que un estudio de 1998 sugirió erróneamente una relación entre el autismo y la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubéola).
Si bien los científicos que participaron en dicha investigación no tuvieron los fundamentos necesarios para respaldar su teoría, sí lograron crear un estado de pánico entre las poblaciones en los años venideros, provocando una disminución en tasas de inmunización y acelerando los brotes de estas enfermedades.
La OMS ha dejado claro que no existe ninguna prueba sobre la existencia de una relación entre las vacunas y el autismo u otros padecimientos mentales.
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