En enero de 2009, cuando Barack Obama asumió la presidencia de los Estados Unidos, sus dos hijas eran apenas unas pequeñas niñas. Malia, la mayor, tenía diez años y su hermana pequeña, Sasha, había cumplido los siete. Durante los ocho años que duró el mandato de Obama, pudimos ver cómo estas pequeñas crecían.
Ser las hijas del presidente no debe de ser sencillo. Mucho menos cuando tu padre representa al país más poderoso del mundo. Por si esto fuera poco, Malia y Sasha estuvieron en el foco de atención justamente en los años más complicados del desarrollo de una mujer: la pubertad y adolescencia.
Entre los 10 y los 18 años, sus cuerpos vivieron cambios propios de la madurez que, por muy naturales que sean, también resultan incómodos e intimidantes.
Probablemente fue la seguridad y la atención de su madre lo que permitió a Sasha y Malia desarrollarse sin complicaciones. Si te detienes a pensar un momento, probablemente no recordarás ningún escándalo en el que se haya visto involucrada alguna de las dos.
Y no solo eso, los asesores de la familia Obama sin duda hicieron un excelente trabajo aconsejando a cada miembro. Michelle fue alabada por su buen gusto, y sus hijas le siguieron los pasos. Desde que eran pequeñas hasta ahora, con 18 y 15 años, siempre las pudimos ver perfectamente vestidas y arregladas para cada ocasión.
Lograron mantener un bajo perfil sin comportamientos exuberantes ni alarmantes. Tanto Malia como Sasha se concentraron en los últimos años en seguir sus estudios y mantener una vida como la de cualquier otra chica de su edad.
Durante una visita al talk show de Jimmy Fallon, Barack Obama habló acerca de sus hijas. “Lo han manejado muy bien”, declaró. “Son simplemente chicas maravillosas. Son inteligentes, graciosas y, aún más importante, amables.”
Lo que sin duda no pudieron controlar fue convertirse en dos jóvenes mujeres talentosas y bellas.