Después de una fructífera carrera como boxeador amateur, en la que registró más de 350 peleas, una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Atenas 2014 y un inicio explosivo ya como profesional en tierras teutonas, el pugilista kazajo Gennady Golovkin buscó ampliar sus horizontes de la mano de la promotora K2, quien lo llevó a Estados Unidos, el epicentro del negocio boxístico.
Después de descartar un par de opciones como preparadores para la joya kazaja, K2 logró contactar a Abel Sánchez, un preparador nacido en Tijuana, pero desde niño avecindado en California, que contaba en su currículum con 11 campeones del mundo y casi tres décadas de experiencia.
El encuentro entre kazajo y mexicano resultó explosivo, no sólo por que Abel pulió un diamante en bruto hasta convertirlo en uno de los más temidos boxeadores del momento, sino que también vio cómo su carrera de entrenador, prácticamente arrumbada en el pasado, tomó un segundo aire.
La química entre Golovkin y Sánchez fue prácticamente inmediata. Además del gusto de 'GGG' por la geografía del lugar, una frase de Abel Sánchez fue la llave para que Golovkin se atrincherara bajo las órdenes del mexicano y creara su búnker en las montañas de Big Bear.
Sánchez, después de ver en video las peleas de 'GGG' se acercó a quien sería su joya y le mostró un video de la leyenda del boxeo mexicano Julio César Chávez, y le dijo: "si me das tres años de esfuerzo y dedicación, te puedo hacer un boxeador tan bueno como él".
Desde entonces, 'GGG' se ha dedicado a aprender el "estilo mexicano", un boxeo agresivo y con buena técnica, algo que le ha servido para seguir invicto a los 35 años de edad y consiguiendo terminar por la vía del nocaut en casi el 90% de sus encuentros.
Lo único seguro en la pelea del próximo 16 de septiembre, entre Canelo y Golovkin, es que gane quien gane, la victoria tendrá tintes mexicanos.