La doctora D. nunca ha tenido tanto trabajo como ahora. La clínica de abortos donde ejerce, en Jacksonville (Florida), está desbordada por la llegada de pacientes de estados vecinos, desde que éstos restringieron fuertemente la interrupción voluntaria del embarazo aprovechando una polémica decisión de la Corte Suprema estadounidense.
"Antes veía a unas 25 pacientes en un día típico de trabajo, ahora atiendo a unas 45. Hay mucha demanda", lamenta esta médica que prefiere guardar el anonimato por temor a recibir amenazas de militantes antiaborto.
Pese a que redujo en julio de 24 a 15 semanas el plazo para abortar, Florida es ahora uno de los lugares más permisivos para interrumpir el embarazo en el sureste de Estados Unidos.
A su alrededor, otros estados de mayoría conservadora como Luisiana, Misisipi, Alabama o Georgia han prohibido casi por completo esa práctica o reducido su plazo a seis semanas, después de que la Corte Suprema anulara el 24 de junio a nivel federal el derecho a abortar.
Esa decisión ha llevado a numerosas mujeres a viajar a clínicas de Florida, entre las cuales el centro donde trabaja la doctora D., propiedad de la oenegé Planned Parenthood, uno de los mayores proveedores de servicios reproductivos del país.
"Estamos en una situación desesperada. Yo lo llamaría una emergencia de salud pública", dice Laura Goodhue, directora ejecutiva de la alianza de afiliados de esa organización en Florida.
Planned Parenthood se ha visto obligada a abrir sus puertas los fines de semana y a extender sus horarios de trabajo, con jornadas de 12 horas en algunas de sus clínicas, ante el aumento de las pacientes de fuera del estado, en su mayoría mujeres de Georgia, Alabama y Texas.
También quiere contratar a nueve médicos más, muchos de los cuales viajarán a Florida un par de días a la semana desde esos estados vecinos donde ya no pueden trabajar, explica Goodhue.
En la cocina de la clínica de Jacksonville, la doctora D. descansa entre paciente y paciente. Su trabajo le ha permitido observar en primera línea algunas consecuencias de las restricciones al aborto en el sureste de Estados Unidos.
"Es muy descorazonador ver todo esto", dice esta médica de 33 años.
Las pacientes de otros estados tienen que tomarse varios días libres en el trabajo, ya que la nueva ley de Florida exige que una mujer tenga dos citas con al menos 24 horas de diferencia antes de someterse a un aborto, explica.
Deben encontrar además la forma de viajar y alojarse en el estado, y en ocasiones buscar a alguien que cuide de sus hijos.
Una serie de obstáculos a los que se suma ahora la reducción del plazo legal para abortar en Florida.
"Desgraciadamente, si les hacemos una ecografía y vemos que están de más de 15 semanas, no podemos ayudarles y tenemos que darles recursos para que vayan a otros estados. Y eso prolonga aún más su viaje para conseguir esta atención sanitaria esencial", explica la doctora D.
A unos 450 km al sur de Jacksonville, en la clínica de Planned Parenthood en West Palm Beach, Jasmine (un seudónimo) está a punto de someterse a un aborto quirúrgico.
Tiene 23 años y quedó embarazada después de que se rompiera el preservativo del chico con el que estaba saliendo desde hacía tres meses. La pastilla del día después que encargó por internet llegó demasiado tarde.
Dudó mucho antes de acudir, pero prefirió abortar para poder terminar sus estudios universitarios. "Sé que es lo mejor para mí, aunque sea una decisión difícil", asegura. "Una noche de error no tiene por qué llevar a un cambio de vida permanente", justificó.
Jasmine vive en Florida y no puede ni imaginar la experiencia vivida por quienes viajan desde otro estado para abortar. Pero sí ha sufrido las dudas y el estrés generados por la decisión de la Corte Suprema.
"En Florida, tienes hasta 15 semanas, y eso podría haber cambiado en cualquier momento, como en los demás estados. Fueron muchos llantos y mucho nerviosismo", recuerda.