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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, conocido por su afición a la comida chatarra y su falta de inclinación a hacer ejercicio físico, se someterá a un chequeo médico anual el viernes.

El helicóptero Marine One llevará al mandatario de 72 años al Centro Médico Militar Nacional Walter Reed en las afueras de Washington para cuatro horas de exámenes, dijo la Casa Blanca.

No estaba claro cuántos de los resultados se harían públicos o cuándo, pero el año pasado se dio a conocer todo, desde los niveles de colesterol del presidente (alto) hasta el peso (demasiado alto: 108 kg).

Y el entonces médico en jefe de Trump, Ronny Jackson, convocó a una conferencia de prensa y declaró que Trump estaba en "excelente estado de salud".

Pero un equipo médico diferente evaluará a Trump este año, porque Jackson, un contraalmirante de la Marina, se metió en problemas por una supuesta mala conducta ética.

Trump tiene a su favor que no fuma y es un abstemio conocido. Él dice que nunca tomó una cerveza. Pero por otro lado, el magnate de bienes raíces y el otrora actor de reality TV abraza sin vergüenza la vida del teleadicto.

Barack Obama transpiraba en sesiones de basquetbol en la Casa Blanca y George W. Bush daba largos paseos en bicicleta, pero Trump prefiere el golf, un juego mucho más tranquilo, pero además monta un carrito entre los hoyos y asegura que cualquier cosa más extenuante es realmente mala para la salud.

"Todos mis amigos que hacen ejercicio todo el tiempo, van por reemplazos de rodilla, reemplazos de cadera, son un desastre", dijo Trump al New York Times en 2015.

Trump ha dicho que su principal ejercicio es caminar por el recinto de la Casa Blanca y estar de pie en eventos públicos.

La dieta del 45º presidente, que supuestamente involucra cantidades legendarias de Coca Cola y carne roja, también parece desafiar las órdenes de la mayoría de los médicos.

En enero, Trump recibió en la Casa Blanca a los atletas del equipo de football americano universitario campeón de Estados Unidos, los Clemson Tigers, con una montaña de hamburguesas y pizzas.

Según dijo Jackson el año pasado, el secreto de Trump son los genes. "Genes increíblemente buenos", dijo. "Simplemente así lo hizo Dios".

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