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Reda al Khedr tenía cinco años cuando él y su madre huyeron del asedio del ejército sirio a Homs y se refugiaron en Egipto. Ahora, tras la caída de Bashar al Asad, al igual que millones de refugiados de la guerra, sueña con regresar a Siria.
Desde el exilio, miles de sirios celebraron el fin del gobierno de Asad y las calles de la capital Damasco se llenaron de personas, resonaron disparos de júbilo y plegarias religiosas por los altavoces de las mezquitas.
Diez años después de haber huido de Siria, Khedr vive en Egipto y desde la distancia le cuesta creer que el gobierno de Al Asad, responsable de la muerte de su padre, haya sido derrocado.
"Casi no me acuerdo de Siria", contó a AFP Khedr, de 15 años, desde El Cairo.
"Ahora finalmente vamos a poder volver a casa, a una Siria liberada. Hemos terminado con Bashar al Asad y su régimen corrupto", dijo el domingo, todavía incrédulo tras la fulgurante ofensiva que lanzaron una alianza de rebeldes liderada por los islamistas de Hayat Tahrir al Sham el 27 de noviembre y que terminó con la huida del dirigente a Rusia.
El padre de Khedr está desaparecido desde 2014, pero el año pasado le confirmaron que está muerto, una noticia que llegó unos pocos meses antes de que los insurgentes triunfantes abrieran una prisión tras otra, liberando a miles de detenidos.
"Tal vez él también hubiera sido liberado", lamentó el adolescente.
En Damasco, los rebeldes vestidos con uniforme de camuflaje se arrodillaban para besar el suelo o rezar. Otros se hacían fotos, entre el ruido incesante de los disparos de armas automáticas.
Decenas de personas derribaron una estatua de Hafez al Asad, padre de Bashar, y la pisotearon para festejar el fin de la dinastía Al Asad que estuvo más de medio siglo en el poder.
"Siria es nuestra, no es de la familia Asad", vocearon hombres armados, miembros de grupos rebeldes, que circulaban por la ciudad dando tiros al aire.
Los soldados del régimen se deshicieron a toda prisa del uniforme militar del ejército sirio al abandonar la sede del Estado Mayor, en la plaza de los Omeyas, contaron a AFP varios habitantes.
También los locales de la televisión y de la radio públicas fueron abandonados por los funcionarios, contó un exempleado.
A unos kilómetros de allí, en el pintoresco viejo Damasco, donde viven muchas familias cristianas, unos jóvenes coreaban "¡El pueblo sirio está unido!", un mensaje destinado a tranquilizar a las minorías de un país multiconfesional y devastado por 13 años de guerra civil.
En otro barrio, Shaghur, había mujeres en los balcones, lanzando gritos de júbilo y tirando arroz al paso de combatientes armados.
"No puedo creer que a partir de hoy ya no tendré más miedo", dijo a AFP Ilham Basatina, una mujer de unos 50 años, apostada en su balcón.
"Nuestra alegría es inmensa pero no será completa hasta que el criminal sea juzgado", señaló, aludiendo a Bashar al Asad.
En redes sociales, periodistas, funcionarios y diputados sirios cambiaron sus fotos de perfil por imágenes de la bandera de tres estrellas rojas de la oposición.
En Estambul, en Turquía, donde vive una diáspora de medio millón de desplazados del conflicto, centenares de sirios se congregaron frente a la gran mezquita del barrio de Fatih pese a la fuerte lluvia.
"Es increíble, tenemos la sensación de renacer", comentó en Estambul Sawan Al Ahmad, que llevaba a su hijo de la mano.
Esta mujer vivió en 2011 los primeros meses del despiadado asedio de Homs por las fuerzas del régimen de Al Asad, antes de huir a Turquía, que acoge a tres millones de refugiados sirios.
Ahora, le ilusiona la idea de llevar a su hijo "a su tierra".
Las celebraciones se extendieron al Kurdistán iraquí, donde una multitud celebró agitando la bandera de las tres estrellas rojas.
Al Asad "nos exilió, mató a nuestro pueblo y nos hizo las cosas más inimaginables", relató Aiman Asir, de 24 años. "Trató por todos los medios de terminar con esta revolución, pero gracias a Dios, la revolución ganó".
En Berlín la policía informó que cerca de 5.000 sirios se reunieron en una plaza en el barrio de Kreuzberg.
"Como muchos sirios, me gustaría volver a mi país para ayudar en la reconstrucción", afirmó Basam Al Hamada, un trabajador social de 39 años que llegó a Alemania en 2016.