La desaparición de un submarino indonesio frente a Bali se suma a decenas de desastres en el fondo del mar, incluido el de la nave argentina ARA San Juan, en el que fallecieron sus 44 tripulantes a fines del 2017.
El secreto militar limita el acceso del público a los detalles de lo ocurrido y los accidentes indican que los avances tecnológicos no llegaron lo suficientemente lejos como para impedir estas tragedias en el fondo del mar.
Las autoridades siguen buscando al KRI Nanggala 401, con 53 tripulantes a bordo, alarmadas porque pueden quedarse sin oxígeno en cualquier momento y temerosas de que haya caído demasiado profundo en el mar como para ensayar un rescate.
Esa ha sido la norma en la mayoría de las tragedias submarinas del pasado.
A continuación una revisión de algunas de esas tragedias, empezando por las más recientes:
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Catorce marinos fallecieron al inhalar humo tóxico cuando un submarino nuclear ruso sufrió un incendio en el Mar de Barents en el 2019. El Kremlin no dio el nombre del submarino, pero medios de prensa rusos dijeron que se trataba de un submarino nuclear llamado Losharik, capaz de navegar a profundidades de 910 metros (3.000 pies).
Rusia perdió asimismo 20 tripulantes del submarino nuclear Nerpa en el 2008 al activarse accidentalmente el mecanismo contra incendios. Fue el accidente de submarinos con más muertos desde que una explosión hundiese el Kursk el 12 de agosto del 2000, matando a sus 118 tripulantes.
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El ARA San Juan desapareció el 15 de noviembre del 2017 cuando regresaba a su base en Mar del Plata tras participar en maniobras militares. Fallecieron sus 44 tripulantes. Los restos fueron encontrados por el Ocean Infinity estadounidense casi un año después, a unos 900 metros de profundidad, al este de la Península de Valdés, en la Patagonia. Una investigación del Congreso reveló que el desastre fue causado por la inoperancia de los comandantes navales y limitaciones presupuestarias, no por un ataque ni un choque. El submarino había sido partido por la mitad al ser reacondicionado y algunos expertos creen que ello puede haber incidido.
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En el 2003 desapareció en el mar el Gran Muralla 361 chino, entre Shandong y Corea del Norte. Sus 70 tripulantes fallecieron cuando los motores diésel fallaron y consumieron todo el oxígeno. Fue la primera vez que China reveló un accidente fatal de un submarino.
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Francia, Israel, Estados Unidos y la Unión Soviética perdieron submarinos en 1968. El Minerve francés fue encontrado recién en el 2019, al este de su base en Toulon. Se hundió en un mar embravecido dos días después de que el INS Dakar israelí desapareciese en el Mediterráneo con más de 60 tripulantes a bordo. Fue ubicado en 1999 a 2.900 metros (9.500 pies) de profundidad entre Creta y Chipre. El K-129 soviético y el USS Scorpion estadounidense también se accidentaron ese año.
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Francia sufrió otra gran pérdida en 1970, al explotar el Eurydice, con 57 tripulantes a bordo, frente a la costa de Toulon.
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El peor desastre sufrido por un submarino estadounidense fue el del submarino nuclear USS Thresher, el 10 de abril de 1963. Sus 129 tripulantes fallecieron durante un ensayo en el océano Atlántico, unos 360 kilómetros (220 millas) al este de Cape Cod, Massachusetts. Documentos conocidos en el 2020 indicaron que el submarino implosionó al descender a más de 240 metros (800 pies) de profundidad.
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El submarino australiano AE1 desapareció cerca de la isla de New Britain, en Papúa Nueva Guinea, en septiembre de 1914, con 35 tripulantes australianos, neozelandeses y británicos a bordo. Fue la primera baja de un submarino de los aliados en la Primera Guerra Mundial. Fue encontrado a 300 metros (984 pies) de profundidad en diciembre del 2017, 103 años después de la tragedia.
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Funcionarios indonesios dijeron que una falla eléctrica pudo haber impedido que el KRI Nanggala 402 usase procedimientos de emergencia para salir de nuevo a la superficie. La captación de señales de alto magnetismo en la zona alentó las esperanzas de que se tratase del submarino. Pero la armada indonesia dijo que probablemente estuviese a 600 o 700 metros (2.000 a 2.300 pies) de profundidad, donde la presión del agua es muy superior a la que podía tolerar la nave.