Tras una noche de desesperación entre quienes buscaban a sus familiares, la Ciudad de México amaneció el martes preguntándose qué pudo haber ocasionado que un paso elevado de una línea del metro cediera y toda la estructura se desplomara sobre una avenida del sureste de la ciudad provocando al menos 23 muertos y 77 heridos.
La alcaldesa de la capital, Claudia Sheinbaum, indicó durante la conferencia de prensa matutina del presidente que continuaban las tareas para rescatar a cuatro cadáveres atrapados en el tren que se partió al hundirse la estructura, pero no aclaró si esos fallecidos estaban contabilizados entre los 23 confirmados oficialmente.
El incidente tuvo lugar en la Línea 12 del metro, cuya construcción fue objeto de numerosas denuncias e irregularidades. Por eso la jefa de gobierno anunció que además de la investigación de la fiscalía capitalina se haría un peritaje con una empresa externa “para que sepamos toda la verdad” y se conozca “todo lo que se tenga que saber”.
Sólo adelantó que en esa línea se realizaban revisiones diarias y que el resto del metro de la ciudad es un transporte seguro.
“No se va a ocultar absolutamente nada”, garantizó el presidente Andrés Manuel López Obrador.
El canciller Marcelo Ebrard, que fue alcalde de la ciudad de 2006 a 2012 y el encargado de la construcción de esa línea, también pidió una investigación exhaustiva con la que anunció que colaboraría. “Estoy sujeto a lo que digan las autoridades”, indicó. “Te haces responsables de las decisiones hasta donde lleguen”.
El accidente ocurrió alrededor de las 22:30 del lunes (0330 GMT). Los testigos en la zona dijeron que escucharon un gran crujido, como un trueno, cuando se venció una viga justo al paso un tren. Un automóvil quedó aprisionado debajo con una pareja adentro. La estructura estaba a unos cinco metros de altura sobre la avenida.
Las razones por las que esa viga cedió se desconocen todavía pero según medios locales varios ciudadanos habían alertado sobre grietas en la estructura después del fuerte terremoto que sufrió la Ciudad de México en septiembre de 2017.
“Tenemos que llegar a la verdad de las causas”, insistió Sheinbaum y pidió no dar pie a las especulaciones.
Por la mañana dos grúas instaladas frente a los dos vagones siniestrados iniciaron la instalación de las cadenas y amarres para poder levantarlos y en torno a las 9 (1400 GMT) ya se había logrado bajar al primero, que estaba casi en el aire y que corría peligro de desplomarse.
Con el paso de las horas, la desesperación crecía mientras las autoridades trabajaban en la identificación de las víctimas. Las autoridades publicaron algunas listas de heridos y trasladados a hospitales pero varios familiares de personas que al parecer viajaban en el metro no lograban encontrar a sus seres queridos.
Muchos publicaban fotografías en las redes sociales esperando conseguir alguna pista; otros iban de un hospital a otro y diversas imágenes de televisoras locales los mostraron afuera de las clínicas mientras ansiaban obtener información.
Sheinbaum dijo que había una línea telefónica habilitada para dar información, pero algunos afectados aseguraron a medios que había colapsado por la alta demanda.
“No nos dan informes, la policía nos empuja, no nos dicen nada, sólo se amontona la gente”, explicó desde el lugar del accidente Oscar López, de 26 años, que buscaba alguna señal de su amiga Ariana Salas, una dentista de su misma edad y embarazada de seis meses que regresaba a su casa después del trabajo.
“Es como mi hermana, no me creo que esté pasando todo esto”, se lamentó. “Algo iba a pasar en este metro”.
Varios centenares de efectivos de la Guardia Nacional, la policía, Protección Civil y bomberos custodiaban el lugar y desde el amanecer varios miles de habitantes se agolparon en las calles de esta zona popular del sureste de la ciudad en busca de algún medio de transporte para dirigirse a sus trabajos. El gobierno de la capital puso a disposición de los usuarios casi 500 autobuses.
“Siento mucho dolor por la gente que falleció. Pude ser yo, dejar a mi familia sola”, dijo entre llantos Beatriz Olí, una empleada doméstica de 42 años mientras formaba una larga fila en espera de transporte para ir a trabajar.
“Esto se pudo evitar. Ya desde los temblores se estaba diciendo que esto (el metro) estaba mal pero nadie hizo caso”, comentó Olí. “No creo que vuelva a tomar el metro. Me da mucho miedo”.
El Metro de Ciudad de México, uno de los más grandes y transitados del mundo, ha tenido al menos tres accidentes graves desde su inauguración hace medio siglo.
En marzo del año pasado un choque entre dos trenes en la estación de Tacubaya dejó un pasajero muerto y causó lesiones a 41 personas.
En 2015, un tren que no frenó a tiempo se estrelló contra otro en la estación de Oceanía, causando heridas a 12 personas, en lo que las autoridades calificaron luego de un doble error humano.
El accidente más grave fue un choque en la estación Viaducto en 1975 que dejó 31 muertos y más de 70 heridos, de acuerdo con el diario El Universal.