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Hace una semana nadie sabía quién era, pero el nombre de Marina Gross se ha convertido en uno de los más repetidos en los pasillos del Congreso de Estados Unidos, intrigado por las notas de la única estadounidense que acompañó al presidente Donald Trump en su larga reunión a solas con Vladímir Putin.

"Ella es la única testigo fiable de la conversación entre los dos líderes", opinó este martes el congresista demócrata Bill Pascrell.

"Esta intérprete nos puede ayudar a determinar lo que el presidente compartió con Putin o le prometió", tuiteó también la senadora demócrata Jeanne Shaheen.

Ese desmedido interés en el testimonio de Gross evidencia la desconfianza de buena parte del aparato político estadounidense en la capacidad de Trump de ceñirse a la línea dura marcada por su Gobierno hacia Rusia.

Pascrell, Shaheen y otros legisladores demócratas exigieron que ambas cámaras del Congreso ordenaran que la intérprete compareciera ante ellos a puerta cerrada para dar detalles sobre el encuentro de Helsinki, o que al menos compartiera sus notas de esa cita en la que solo ella y el traductor ruso acompañaron a Trump y Putin.

Sin embargo, la mayoría republicana en el comité de inteligencia de la Cámara Baja votó hoy en contra de esa solicitud demócrata, y el presidente del comité de Relaciones Exteriores del Senado, Bob Corker, anunció también hoy que no planea exigir a Gross que les entregue sus notas del encuentro.

Pero el senador no descartó que pueda cambiar de opinión en los próximos días, y apuntó que primero quiere ver si los senadores pueden obtener más información sobre el encuentro "por los canales normales", durante una audiencia programada para el próximo miércoles con el secretario de Estado de EU., Mike Pompeo.

Aunque es común que el Congreso emita citaciones para forzar el testimonio de funcionarios, exfuncionarios u otros ciudadanos estadounidenses, el Departamento de Estado no está al tanto de ningún caso pasado en el que uno de sus intérpretes haya debido testificar sobre uno de los encuentros en los que han trabajado.

"No hemos podido encontrar ningún precedente", confirmó este miércoles la portavoz de ese departamento, Heather Nauert.

El carácter inusual de esa solicitud ha aumentado la presión sobre Gross, pero la traductora ha logrado hasta ahora mantener su privacidad y se conocen muy pocos detalles sobre ella.

Los medios de comunicación han difundido fotografías de la intérprete junto a la ex primera dama Laura Bush (2001-2009), y con el exsecretario de Estado Rex Tillerson durante su visita a Moscú en abril del año pasado.

"Es (una profesional) absolutamente fantástica", dijo sobre ella Michael McFaul, que fue embajador estadounidense en Moscú entre 2012 y 2014, en un mensaje en su cuenta de Twitter.

Incluso si Gross tiene notas del encuentro, es probable que no estén completas, dado que su objetivo sería traducir la conversación entre los presidentes, y no crear un registro de esa interacción.

John Beyrle, que fue embajador estadounidense en Rusia entre 2008 y 2011, aseguró a la cadena CNN que era probable que los asesores de Trump en política exterior hubieran hablado ya con la traductora para "tener una idea de lo que pasó en esa reunión".

En cualquier otro Gobierno, recurrir al intérprete parecería una opción ridícula pudiendo preguntar al propio presidente, pero el sistema de comunicación entre la Casa Blanca, las agencias gubernamentales y el Congreso de EE.UU. no parece seguir las reglas habituales bajo el mandato de Trump.

Según el diario The Washington Post, altos funcionarios del Pentágono siguen tratando de averiguar cuáles son los supuestos "acuerdos verbales" que, de acuerdo con el embajador ruso en Estados Unidos, Anatoli Antónov, alcanzaron Trump y Putin en su cita.

Y el director nacional de Inteligencia de EE.UU., Dan Coats, reconoció hoy que no sabe de qué se habló en la reunión del lunes.

"No sé lo que ocurrió en ese encuentro", admitió Coats durante el foro de seguridad de Aspen.

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