Desde un recóndito lugar del céntrico estado mexicano de Puebla, cada año una rústica fábrica inunda el país con miles de rostros tétricos para generar sustos, miedos y risas durante las celebraciones de Halloween y el Día de Muertos.
Unas 100,000 máscaras de brujas, diablos, calaveras, vampiros, payasos, hombres lobo y personajes populares como Chucky o Freddy Krueger y hasta de políticos mexicanos se crean de manera artesanal en una fábrica del municipio de Yehualtepec, asentado en la planicie que forma parte de la meseta poblana.
Los brillantes colores en rojo, como la sangre de víctimas de esos seres imaginarios, y las tonalidades oscuras como el alma de los malignos, "reflejan el miedo que guardan en su interior miles de personas", dice este lunes a Efe Rafael Domínguez González, fundador de Mastermanía.
Como desde hace 34 años, en cada paso del proceso, desde el moldeado, vaciado y la pintura, la creatividad y la perfección quedan plasmados en esas dobles personalidades que en unos días inundarán ciudades de todo el país.
"La intención es provocar que el cliente sienta ese miedo y es el éxito de nuestras máscaras, porque en cada expresión se refleja el miedo de las personas y de alguna forma cumplimos las espectativas", afirma.
El sonido del esmeril girando para retirar las imperfecciones de las máscaras de látex y la potencia del aire soplando desde los aerógrafos que da color a los míticos seres, resuenan en toda la estructura de concreto que guarda a las criaturas fantásticas.
Rodeado de sus creaciones, con paredes sin repellar y viejos botes de pintura, Rafael recuerda como hace más de tres décadas creó su primera máscara del mítico persona de Frankenstein, con un acabado que si lo viera su creadora, la escritora y dramaturga Mary Shelley, seguramente se volvería a morir.
"Estaba medio 'chafa' (de mala calidad), estábamos en un principio y desconocíamos todo", rememora
Su hermano hacía máscaras infantiles de plástico, pero quiso dar un salto y lanzarse a una aventura de látex que hoy mantienen a Mastermanía como la segunda fábrica artesanal más grande del país.
"Es algo que uno crea artesanalmente, no ocupamos ninguna herramienta mecánica, el 90 % de las máscaras se hacen con las manos, con la creatividad, la imaginación y cuando uno tiene una máscara terminada la mira y ahí ve reflejado su trabajo, su esfuerzo", describe.
Junto con los seres más terroríficos de la humanidad, también surgieron del lugar rostros de seres de este mundo que son utilizados para asustar a propios y extraños: los rostros de los últimos expresidentes mexicanos.
Las máscaras con los rostros de Carlos Salinas (1988-1994), Ernesto Zedillo (1994-2000, Vicente Fox (2000-2006), Felipe Calderón (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018) forman parte de la variedad de la fábrica y de la picardía de una nación.
Y, por supuesto, no podía faltar la del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador.
"Honestamente si ponemos en un lado a los monstruos y en el otro a los políticos, creo que dan más miedo los políticos, porque los monstruos son ficticios, pero los políticos son reales y sabemos como son", suelta jocoso el creador.
Los semblantes maliciosos que cuelgan de los tabiques contrastan con las sonrisas de los hombres y mujeres que dan vida a las engendros. Mientras diminutos chavales, hijos de los obreros, quienes se pasean divertidos entre las máscaras.
"Me gustan, más en el área de modelado, me gusta demasiado el modelado", afirma Anastacio Cedano Rodríguez, encargado del modelaje, diseño y decorados de máscaras. Un trabajo que lleva haciendo desde hace doce años.
Algunos monstruos surgen de las películas, de páginas web, pero unos más -revela con orgullo- de la mente de los propios trabajadores, como del propio Anastacio con sus payasos lóbregos.
"Ningún miedo, al contrario, bueno quizás a algunos políticos", dice, ríe y al tiempo que sigue moviendo de un lado al otro el aerógrafo para darle vida a un hombre lobo que en los próximos días deambulará por calles de algún lugar de México "aterrorizando" a los ciudadanos.