Ibrahim Mohammed descubrió el sábado que su vecino de sala en el hospital había muerto. Tres días después, asfixiado por el olor del cuerpo putrefacto, se vio obligado a irse entre las balas que silbaban a su alrededor.
En Jartum, la guerra entre los dos generales que se disputan el poder acabó con un sistema de salud ya quebrantado en un país golpeado desde hace décadas por guerras y sanciones internacionales.
Tras más de una semana de guerra abierta en el centro de la capital de más de cinco millones de habitantes, pacientes y médicos describen un horror absoluto.
Mohammed Ibrahim, de 62 años, visitaba regularmente a su hijo Ibrahim, de 25 años, en el hospital donde recibía tratamiento por leucemia.
El sábado 15 de abril, su calvario tomó un nuevo giro cuando murió el joven que compartía la sala.
Murió "pero dejaron el cuerpo allí debido a los combates", declaró a la AFP el padre.
Para el médico Attiya Abdalah, secretario general del sindicato médico, escenas como esa no son raras en Sudán en pleno caos.
"Los cadáveres en descomposición quedan en las salas de hospital" a falta de capacidad para trasladarlos.
"Las morgues están repletas, los cadáveres cubren las calles, incluso los hospitales que atienden a los heridos pueden verse obligados a detener todo en cualquier momento", declara exhausto.
El fuego cruzado en toda la ciudad no perdona ni a los médicos, ni a los pacientes ni a los hospitales.
"O nos quedábamos en medio del olor putrefacto o salíamos y nos pegaban un tiro", cuenta Mohammed Ibrahim.
Finalmente la dirección del hospital resolvió el dilema de Ibrahim.
"Nos dijeron que nos fuéramos porque había combates y estaban disparando contra el hospital", dijo el padre.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo el domingo que registró "ocho muertos y dos heridos" entre el personal médico.
En total, según el sindicato médico, 13 hospitales fueron bombardeados y otros 19 forzados a cerrar por falta de material o porque lo tomaron los combatientes.
"Nos vemos obligados a hacer salir a los pacientes porque se exponen a que les disparen y mueran", dice el doctor Abdalah.
Mohammed Ibrahim debió llevar a su hijo enfermo en brazos, "a pie, bajo el fuego y en medio de los combates", durante cinco horas para volver a su casa.
Ibrahm deberá permanece en su casa porque tres cuartas partes de los hospitales están fuera de servicio, dice el médico Abdalah.
Con todo racionado en los hospitales de Jartum y otras regiones inmersas en combates, "nos faltan equipos médicos y quirúrgicos, combustible para los generadores, ambulancias, bolsas de sangre", relata el médico Abdalah.
"En algunos hospitales, es el mismo personal médico el que trabaja desde el 15 de abril sin descanso. En algunas instituciones solo hay un cirujano, a veces solo quedan dos médicos para todo el hospital", prosigue.
Y todos los llamamientos a una tregua humanitaria o a abrir corredores seguros no han cambiado nada hasta ahora.
El personal médico es agredido regularmente, denuncia la ONU, y los hospitales ya no son santuarios respetados por combatientes lanzados a una lucha a muerte.
En redes sociales, los habitantes intentan organizarse para encontrar medicamentos para sus allegados con enfermedades crónicas.
Pero las existencias disminuyen y Unicef advierte de que los combates y los cortes de electricidad podrían acabar con un suministro de 40 millones de dólares de insulina y vacunas en el país.
El viernes, al incumplirse otro alto el fuego prometido, el sindicato médico explicó en Facebook cómo manipular, trasladar y enterrar un cadáver en descomposición.