Su nombre evoca a un forajido del Lejano Oeste y Cassidy Hutchinson no decepcionó el martes cuando, como una joven pistolera, desenfundó sus armas contra el expresidente de Estados Unidos Donald Trump.
Hutchinson, otrora una fervientemente leal del equipo del exmandatario, disparó una andanada de acusaciones sin paralelo histórico contra un presidente estadounidense.
En una comparecencia ante el comité de la Cámara de Representantes que investiga el asalto del 6 de enero de 2021 al Capitolio, la exasistente del jefe de gabinete de la Casa Blanca Mark Meadows presentó lo que los opositores esperan que sea la evidencia necesaria para dejar fuera a Trump.
"Esta es la prueba irrefutable", dijo Sol Wisenberg, exadjunto de Ken Starr, el investigador del juicio político contra Bill Clinton, sobre el testimonio de Hutchinson.
"No hay duda de que esto establece un caso prima facie de su culpabilidad penal por cargos de conspiración sediciosa", declaró al The New York Times.
Puede que no hubiera un cartel de "se busca" para Trump, pero Hutchinson pintó el suyo: el de un presidente desquiciado incapaz de hacer frente a la derrota, que intenta a toda costa detener la transferencia pacífica del poder.
De manera crucial, ella ofreció lo que los críticos de la investigación parlamentaria dicen que ha faltado hasta ahora: testimonio de que Trump no solo sabía que sus afirmaciones de fraude electoral eran falsas, sino que estaba al tanto de la violencia potencial que causarían y las alentó.
Trump exigió que lo llevaran al Capitolio para estar con sus partidarios después de que la violencia ya había estallado, arremetiendo contra el Servicio Secreto cuando la orden fue rechazada, según una anécdota de un tercero que Hutchinson contó en la audiencia.