Canadá despertó este domingo con la sensación de que ha sido traicionada por su vecino y más estrecho aliado, Estados Unidos, tras la imposición de fuertes aranceles, y abocada a una guerra comercial que no quiere y que amenaza con dañar gravemente una relación histórica.

El Gobierno, los analistas políticos y financieros, los medios de comunicación y el público canadiense en general siguen rascándose la cabeza tratando de entender lo que ha sucedido en las últimas horas desde que el presidente estadounidense, , anunció aranceles del 25 % a Canadá.

¿Cómo es posible que una relación tan íntima e intensa, hasta ayer considerada como la más exitosa del planeta, entre dos países que se veían como primos-hermanos, esté a punto de naufragar en una guerra comercial inútil decidida por Trump?

¿Por 20 kilogramos de fentanilo? Porque esa es la cantidad de la mortal droga que, según las propias autoridades estadounidenses, se incautó el año pasado procedente de Canadá. Mientras, Estados Unidos se hizo con 9.000 kilogramos de fentanilo en su frontera sur.

Tampoco puede ser por el déficit comercial, insisten las autoridades, porque si se descuentan las ventas de petróleo, gas y electricidad, Estados Unidos mantiene un superávit con Canadá.

A pesar de ello, Trump insistió este domingo en un mensaje en su plataforma social Truth Social que Estados Unidos "subvenciona" a Canadá con "centenares de miles de millones de dólares" y que para evitar los aranceles, el país norteamericano se debería convertir en el 51 estado de Estados Unidos.

No es de extrañar que Canadá entienda el envite de Trump como una amenaza existencial.

"Los canadienses han sido los más sólidos aliados y los mejores vecinos de los Estados Unidos. Estos aranceles son totalmente injustificables y los canadienses están unidos ante esta amenaza económica", escribió en redes sociales la ministra de Exteriores canadiense, Mélanie Joly.

En respuesta, el Gobierno canadiense aplicará a partir del martes sus propios aranceles, aunque provoquen una escalada, tal y como advirtió Trump el domingo, en la incipiente guerra comercial.

La población canadiense también ha empezado a reaccionar a pesar del aturdimiento.

El sábado, el himno nacional estadounidense fue abucheado en Ottawa durante un partido de la Liga Profesional de Hockey sobre Hielo (NHL), un gesto simbólico pero significativo por ser muy inusual.

Este domingo han empezado a circular en redes sociales listas de productos estadounidenses para que los consumidores canadienses los eliminen de sus lista de la compra.

También los principales grupos políticos del país, desde los liberales en el poder a los conservadores y socialdemócratas en la oposición, están solicitando a los canadienses que compren productos "Made in Canada" en vez de los hechos en el país vecino.

Numerosos gobiernos provinciales han anunciado que impedirán que empresas estadounidenses compitan por contratos públicos, a la vez que han ordenado que los monopolios provinciales que controlan la venta de alcohol dejen de colocar en sus estantes bebidas alcohólicas estadounidenses.

Algunas voces quieren que Canadá imponga aranceles del 100 %, o más, a los vehículos de Tesla, cuyo consejero delegado, Elon Musk, es uno de los principales asesores de Trump.

Y otras se preguntan si es posible que Canadá, que mantiene un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea (UE), se una al grupo europeo.

Como se preguntaba este domingo la radiotelevisión pública canadiense, CBC, en el artículo que abría su web: "Con su alianza con Estados Unidos bajo presión, ¿podría Canadá unirse a la UE?".


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