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Hace dos años Jack Bonneau se enamoró de la versión de Lego de una Death Star. Debía tenerla, pero costaba 400 dólares. Tras conversarlo con sus padres, accedieron a ir por el juguete, pero solo cuando su hijo tuviera el dinero suficiente para pagar por él personalmente.

Con el fin de ayudarle a juntar los 400 dólares, Steve Bonneau, su padre, le ayudó a montar un puesto de limonada a través del cual podría vender bebidas refrescantes a lo largo del caluroso verano de Broomfield, Colorado.

Pero, en vez de poner el local en una esquina cualquiera, el pequeño de entonces ocho años y su padre decidieron vender los vasos de limonada en el mercado local.

Cuando pasaron las doce semanas de vacaciones, Bonneau se llevó una muy grata sorpresa. Al momento de contar sus ganancias, se dio cuenta de que no solo había alcanzado el dinero que necesitaba para comprar su juguete, sino que hasta le sobraba.

Había generado 900 dólares y un nuevo gusto por hacer negocios. Cuando Steve planeó la venta de limonada, simplemente quería que su hijo aprendiera algo sobre el trabajo y ganar su propio dinero. Pero Jack quería más. Quería entender las matemáticas de los negocios y saber cómo podría extender su negocio.

Pronto, y con un préstamo de mil dólares por parte de sus padres, Jack había establecido varios puntos de venta en otros mercados, donde invitaba a más niños a vender, para que aprendieran sobre el negocio y se llevaran una ganancia en sus tiempos libres. Con esta acción, el niño se convirtió en uno de los dueños de franquicias más joven.

El salto más grande lo dio cuando en el otoño estableció dos tiendas más en un centro comercial, donde comenzó a vender también chocolate caliente. Además, agregó también productos de otros niños emprendedores, como humectante para labios y prendas tejidas.

En 2015 Jack’s Stands, como llamaron al negocio, generó ventas de 25 mil dólares y para seguir creciendo decidió tomar la oportunidad de presentarse frente a los inversionistas de Shark Tank.

Cuando Jack se presentó junto con su padre ante los jueces de la octava temporada de Shark Tank, el pasado viernes 9 de diciembre, los empresarios lo recibieron con divertida sorpresa. Sin titubear, el pequeño expuso el funcionamiento de su negocio y pidió una inversión de 50 mil dólares, a cambio del 10% de su compañía.

Los “tiburones” estaban inseguros. Realmente lo que le recomendaron al joven de ahora 10 años fue que se concentrara en terminar la escuela y después siguiera con su impulso emprendedor.

Sin embargo, había un empresario en la sala que vio el potencial y la pasión del pequeño y estuvo dispuesto a apostar por él. El emprendedor e inversionista Chris Sacca accedió a darle el dinero pero con dos condiciones.

Jack tendría que reforzar su presencia en internet con la generación de video podcasts y además recibiría el dinero en rondas de 10 mil dólares para garantizar que el negocio mantenga un crecimiento estable y constante.

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