Nacido el 9 de septiembre de 1890, en una familia de ascendencia irlandesa, Harland David Sanders inició su infancia de una manera trágica. Perdió a su padre a los cinco años por lo que se vio obligado a trabajar desde joven en una granja familiar, donde aprendió a cocinar.
A los 12 años, tuvo que dejar su casa tras sufrir constantes maltratos por parte de su padrastro. Huyó a casa de sus tíos y tres años más tarde alteró sus documentos para enlistarse en el ejército de Estados Unidos, aún cuando era demasiado joven.
Al terminar su servicio, se mudó a Alabama, lugar donde contrajo matrimonio, tuvo hijos y estudió leyes. Durante esta etapa, el coronel tuvo varios empleos. Fue operador de botes, vendedor de llantas, granjero, corredor de seguros. Pero su vida comenzó a tomar un rumbo cuando emprendió el negocio de gasolinera, donde también servía alimentos.
Cocinó para los viajeros que pasaban por la ruta. Su forma especial de recibir a los comensales pronto pasó de boca en boca. Una de sus particularidades era atenderlos en su propio comedor.
Su popularidad fue tal que el gobernador de Kentucky lo nombró “Coronel del Estado”, por la contribución de su cocina en la región.
Un año más tarde, abrió su propio restaurante, el cual hoy se conserva como museo. Con el tiempo, logró consolidar su propia receta de pollos fritos con 11 hierbas y especies. La patentó en 1940.
Sin embargo, la autopista donde estaba su restaurante sufría constantes reparaciones, por lo que vendió su terreno y se quedó con 100 dólares para subsistir. A sus 62 años, Sanders tenía que emprender de nuevo.
Logró abrir un restaurante en Salt Lake City e inició su travesía por todo Estados Unidos con su franquicia de pollos fritos. El trato era fácil, si les gustaba su receta, el coronel cobraría 1 centavo por cada plato de pollo que vendieran las subsidiarias.
En 1964, ya contaba con 600 establecimientos en Estados Unidos y Canadá. Ese mismo año vendió sus acciones a un grupo de inversionistas por 2 millones de dólares.
Pero el Coronel no estaba dispuesto a dejar su negocio. Mantuvo su trabajo en la empresa en el área de relaciones públicas, con un sueldo suficiente para vivir. Así, consolidó la imagen de KFC, la cual hoy es reconocida a nivel mundial. Falleció a sus 90 años por leucemia.