El dueño de varios restaurantes de comidas del mar de Cape Cod suspendió los almuerzos y demoró la reapertura de algunos locales porque todavía no llegan los trabajadores que vienen del exterior para la temporada veraniega.
A miles de kilómetros, una pareja jamaiquina no sabe si sus parientes podrán acompañarla a ese popular balneario en torno al cual gira la economía de todoese grupo familiar desde hace décadas.
En Estados Unidos se están levantando algunas restricciones a los viajes y los balnearios anticipan una temporada con mucho movimiento. Pero los dueños de hoteles, restaurantes y tiendas dicen que una escasez de personal agravada por la pandemia del coronavirus puede obligarlos a limitar la cantidad de gente que reciben y acortar horas y servicios, e incluso a permanecer cerrados justo cuando el sector se reactiva tras un año paralizado por el COVID-19.
El problema es doble: No solo la llegada de extranjeros se suspendió en muchos sitios por la pandemia, sino que cuesta conseguir trabajadores locales a pesar del desempleo que generó la pandemia.
“Estos patrones deben luchar para que estos trabajadores temporales puedan venir al país y también buscar personal dentro de Estados Unidos”, expresó Brian Crawford, vicepresidente ejecutivo de la American Hotel and Lodging Association, una organización de Washington que vela por los intereses del sector. “Es muy frustrante. Tratan de sobrevivir después de un año desastroso por la pandemia y siguen enfrentando problemas”.
El presidente Joe Biden dejó que expirase este mes una polémica suspensión de visas para trabajadores temporales como el programa J-1 para estudiantes y el H-2B para trabajadores ajenos al sector agrícola que impuso su predecesor Donald Trump.
Pero las embajadas y consulados de Estados Unidos siguen cerrados o disponen de muy poco personal en varios países. Y Estados Unidos impuso restricciones a los viajeros de numerosos países, incluidos el Reino Unido, Irlanda, Brasil y Sudáfrica, debido a nuevas variantes del virus o a aumentos en los contagios de COVID-19.
Activistas que defienden el programa J-1, que trae unos 300,000 estudiantes extranjeros todos los años, enviaron el jueves una carta al Departamento de Estado en la que pidieron que excluyesen a los solicitantes de estas visas de las prohibiciones de viaje y a que ofreciesen otros alivios para que puedan comenzar sus trabajaos del verano. Ilir Zherka, director de la Alliance for International Exchange (Alianza para los Intercambios Internacionales), que envió la carta junto con más de 500 organizaciones y empresas, dijo que el programa J-1 no solo beneficia a las economías de la zona, sino que ayuda a reforzar la seguridad nacional al promover una comprensión y valorización de la cultura estadounidense.
Los partidarios del programa H-2B, por su parte, insisten en que hay que ampliar esa iniciativa, que ofrece 66,000 visas al año. El gobierno de Biden dijo el martes que añadirá otras 22,000 visas para satisfacer la demanda, pero legisladores de New England y otras regiones dicen que necesitan más visas.
“Esa cifra es ínfima. Ni se acerca a lo que necesitamos”, afirmó el representante demócrata Bill Keating, de Cape Cod.
Cem Küçükgenç, estudiante de ingeniería de 22 años en la Universidad Técnica del Medio Oriente de Turquía, es uno de los miles de estudiantes extranjeros de todo el mundo que esperan una visa J-1.
Lo contrató un restaurante de Sturgeon Bay, Wisconsin, para el verano, pero la embajada estadounidense en Ankara dice que no podrá procesar las visas temporales de trabajo a tiempo para la temporada veraniega.
“Me recibo el año que viene”, dijo Küçükgenç. “No sé cuándo volveré a tener otra oportunidad”.
En Jamaica, Freda Powell dice que ella y su marido recibieron visas H-2B y viajarán a principios de mayo a Cape Cod, donde trabajan en tiendas y restaurantes desde hace 20 años durante los veranos.
Powell, de 55 años, teme que sus hermanos y otros parientes no tengan la misma suerte. La embajada de Estados Unidos en Kingston suspendió temporalmente el procesamiento de visas por el aumento de contagios del COVID-19 en la isla, según dijo Powell.
“En Jamaica puedes trabajar, pero ganas muy poco”, manifestó la mujer. “Con el dinero que ganas en Estados Unidos puedes comprarte un auto, arreglar la casa, mandar a los chicos a la escuela y ahorrar”.
La incertidumbre en torno a la llegada de extranjeros obliga a los negocios a tratar de conseguir personal nacional o a limitar sus servicios hasta que lleguen refuerzos.
En White Moiuntains, de New Hampshire, el parque temático alusivo a la Navidad Santa’s Village ofrece a los estudiantes universitarios alojamiento gratis.
En el Sonoma Valley californiano, los viñedos de la región exploran la idea de compartir empleados, entre otras iniciativas.
Markk Bodenhamer, presidente de la Cámara de Comercio del Sonoma Valley, dijo que un restaurante que funciona a la mañana y el mediodía podría compartir personal con uno que se enfoca en las cenas.
“Esas soluciones son complicadas y costosas”, admitió. “A esta altura, sin embargo, no hay que descartar nada”.
En el balneario de Outer Banks, de Carolina del Norte, ya empezó la temporada, pero escasea el personal, de acuerdo con Karen Brown, directora de la cámara de comercio local. Algunos restaurantes tienen que permanecer cerrados un día a la semana o no aceptar pedidos para llevar, mientras que en algunos hoteles los gerentes ayudan a arreglar las habitaciones, según Brown.
“Todos colaboran en lo que pueden para que esto funcione”, declaró.
Mac Hay, dueño de restaurantes y mercados en Cape Cod, duda que puedan conseguir trabajadores nacionales para llenar todas las plazas. Dice que todos los años contrata 350 personas para el verano y que se ve obligado a traer un tercio de ellas de México, Jamaica y otros países porque no puede cubrir las plazas que tiene disponibles con personal estadounidense.
Afirma que los extranjeros son “el alma de la cocina” y permiten que contrate personal nacional para los empleos que sí atraen interesados, como meseros, bármanes y puestos administrativos.
“No vamos a poder satisfacer la demanda si no aumentan la cantidad de trabajadores”, sostuvo.
Empresarios y expertos dicen que hay muchas razones por las que los ciudadanos estadounidenses no llenan las plazas disponibles, desde la preocupación por el COVID-19 hasta el cuidado de los niños o la decisión de cobrar seguros de desempleo.
La necesidad de personal extranjero en sitios como Cape Cod, donde el alto costo de la vivienda impide la presencia de una fuerza laboral sustancial, es una cuestión de números, según Hay.
Provincetown, un balneario popular entre la comunidad gay, tiene apenas 2,2000 residentes permanentes, pero en la temporada veraniega los restaurantes como los de Hay emplean 2.000 personas.
“Es un callejón sin salida”, dijo Hay, agregando que la única solución es traer gente de afuera.