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La ciudad de Lake Elsinore en el sur de California está viéndose abrumada por la intensa atención que están recibiendo sus campos de amapolas silvestres.
Unas 150.000 personas acudieron el fin de semana para ver el paisaje de color naranja brillante creado por las amapolas de California que han surgido por la lluvia en las colinas cercanas a la ciudad de unos 60.000 habitantes, la cual se encuentra a unos 90 minutos tanto de San Diego como de Los Ángeles.
La carretera interestatal 15 se convirtió en un estacionamiento. Algunas personas se desmayaron por el calor. Una víbora de cascabel mordió a un perro que retozaba en los campos.
Lake Elsinore había intentado prepararse para la llegada de visitantes atraídos por el florecimiento masivo, algo que ocurre aproximadamente una vez por década porque requiere de un invierno húmedo y temperaturas cálidas por encima del punto de congelación.
Foto: AP
Incluso ofreció un servicio gratuito de transporte a los puntos con mejores vistas, pero fue insuficiente.
El embotellamiento del domingo se complicó tanto que las autoridades de Lake Elsinore solicitaron ayuda policial a jurisdicciones vecinas. En un momento dado, la ciudad tomó medidas drásticas y clausuró el acceso al cañón Walker, que está cubierto de amapolas.
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El tráfico “estuvo de locos, totalmente de locos”, dijo el alcalde Steve Manos.
Para el lunes el cierre anunciado en Twitter había concluido y el camino que lleva al cañón fue reabierto de nuevo. La gente volvió a llegar.
Andy Macuga, alcalde honorario del poblado Borrego Springs, otro lugar con flores silvestres en el desierto, dijo comprender las dificultades que enfrenta Lake Elsinore.
En 2017, un florecimiento silvestre atrajo a más de medio millón de visitantes al poblado de 3.500 habitantes. Los restaurantes se quedaron sin comida. Las gasolineras ya no tenían combustible. El tráfico se extendió 32 kilómetros (20 millas) en un camino.
Ahora las multitudes han vuelto y los hoteles están llenos. Afortunadamente, en esta ocasión los negocios del poblado se prepararon como si una tormenta de gran magnitud fuera a azotarlos, señaló Macuga.