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Desde hace cerca de 130 años en la historia de los presidentes de Estados Unidos existe una tradición no oficial en la que el mandatario del país se muda a vivir en la Casa Blanca con al menos un perro como acompañante. Parece que Donald Trump simplemente tiene que hacerlo todo a su manera, por lo que no debería de sorprendernos que llegó sin perro, ni mascota alguna.
Estudios han demostrado que la compañía de una mascota permite a las personas vivir mejor, tanto por razones de salud como psicológicas. El cuidado y cariño que se entrega a un animal nos ayuda a los seres humanos a ser más empáticos y también a sentirnos más satisfechos y amorosos.
Ya sea por estrategia política o por auténtico amor hacia otras criaturas, en Estados Unidos los presidentes han acostumbrado vivir con mascotas que comienzan con el clásico perro hasta orugas de seda, caimanes, leones y elefantes.
Era normal ver fotos de Bill Clinton paseando a su perro Buddy. Barack Obama estaba muy encariñado con Sunny y Bo, incluso George W Bush llegó a la residencia presidencial con un par de terriers y un spaniel.
Por su parte, Thomas Jefferson, el tercer presidente del actual país más poderoso del mundo, nunca tuvo un perro. Pero tampoco él se quedo son acompañante. Simplemente eligió un ave en vez de tener un peludo de cuatro patas.
Con este contexto histórico, resulta aún más llamativo que al día de hoy Trump siga sin tener mascota. En algún punto se habló de que adoptaría un cachorro con una amiga cercana, Louis Pope. Se trataba de un goldendoodle llamado Patton.
De acuerdo con declaraciones hechas por Pope, Trump estaba entusiasmado por la mascota y creía que le alegraría los días a su hijo menor, Barron.
Sin embargo, conforme se acercaba la fecha de adoptar, parecía que esta unión sería cada vez menos probable. Trump no mostraba interés y Pope ya no quería soltar al perro.
Oficialmente Pope anunció que se había encariñado con la mascota y ahora no quería dejarla ir y al presidente le pareció que de todas formas su no tenía tiempo para un perro.
Lo extraño no es solo que Trump no tenga una mascota en la actualidad, sino que parece nunca haber tenido una. No existe registro de que creciera con mascotas ni de que sus hijos las tuvieran. De hecho se habla más del cariño que tienen sus hijos mayores por matar animales salvajes a que por adoptarlos.
Existe por ahí registro en Twitter de que Trump tuvo un perro que estaba muy enfermo, incluso pidió a sus seguidores rezar por él. Pero no se volvió a hablar de la mascota por lo que aún ponemos en duda si eso realmente sucedió.
De acuerdo con el Museo de Mascotas de los Presidentes, aquéllos que no tuvieron mascotas estuvieron acompañados por la mala suerte. Veamos si Trump puede lidiar con una reputación aún peor.