El escenario apocalíptico no es muy diferente en lo que era el hogar de Yaya Alivereti, que con el rostro tapado distingue solo una lavadora hecha chatarra y unas tazas rotas en lo que antes era la cocina.
"Estamos seguros, estamos vivos, mañana será otro día", indicó optimista sin poder ocultar las lágrimas. "Todos estaban en pánico" en el momento de la evacuación, dijo.
Varios vehículos quemados adornan las calles de este barrio ubicado unos 90 km al norte de San Francisco. Cerca está un restaurante McDonalds y un supermercado K-Mart completamente destruidos. Se salvaron unas plantas, cuidadosamente almacenadas entre las vigas dobladas.
En un bar, solo algunas botellas sobrevivieron. Están también intactas sorprendentemente.
Muchos postes eléctricos están dañados y los cables terminaron en el suelo.
En el estacionamiento hay varios camiones de bomberos esperando por instrucciones. "Muy probable a buscar algunos focos" de incendios, indicó
Mark Repetto, jefe de un equipo enviado desde la capital de California, Sacramento.
El presidente Donald Trump declaró estado de emergencia y liberó recursos federales para apoyar en el combate de los 17 focos de incendios que están activos.
En uno de los muchos albergues habilitados en la ciudad de Santa Rosa, Kathy Ruiz, de 74 años, recuerda, acostada en una cama, cuando con su perro en brazos llegó su hija desesperada tocando su puerta para evacuar.
A lo largo de la carretera 101, que viene de San Francisco, dos hoteles de lujo se quemaron por completo.
Sobre una colina totalmente ennegrecida solo queda el letrero del Hilton enmarcado en un muro de piedras. Más allá, la estructura aún ardiendo.