Tan sólo en Estados Unidos, más de 100 millones de adultos viven con <span >diabetes</span> o prediabetes debido a los altos niveles de azúcar en el cuerpo originados por el desequilibrio de insulina y la función pancreática, según señalan datos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés).
También conocida como diabetes mellitus, es una enfermedad crónica originada por el aumento de la glucosa en la sangre y orina por desequilibrios en la función pancreática y en su producción de insulina.
En la diabetes de tipo I, el páncreas no produce insulina y depende de la glucosa de los alimentos, no obstante, las células, al ser incapaces de absorberla, ésta suele almacenarse en la sangre y generar graves problemas de salud.
Con la diabetes de tipo II el cuerpo no utiliza la insulina producida por el páncreas de forma adecuada y lo que genera una concentración de azúcar en la sangre.
Una mala atención médica o un diagnóstico poco certero puede encaminar a las personas a sufrir complicaciones de salud graves como, muerte prematura, pérdida de visión, accidente cerebrovascular, <span >infartos</span>, insuficiencia renal, amputación de extremidades y coma diabético, principalmente.
Los tipos de diabetes I y II a menudo se pueden tratar mediante dietas para diabéticos específicas, atención médica contínua, medicamentos, pero sobre todo con actividad física ya que puede reducir los niveles de glucosa en la sangre y contrarrestar la resistencia de insulina.
Está comprobado que la actividad física mejora las condiciones de enfermos diabéticos, por lo que Harvard enlista lo que una rutina moderada y constante puede repercutir en la salud:
Se recomienda revisar los niveles de glucosa antes y después del ejercicio, si los niveles de azúcar son inferiores a 100 mg/dL para aquellas personas que utilizan insulina, es necesario comer algo dulce como una fruta para disminuir el riesgo de desarrollar hipoglucemia.
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