El Día de Muertos es una de las celebraciones mexicanas más especiales, queridas y esperadas en todo el año que reconoce y celebra a la muerte en todo su esplendor.
Tiene sus orígenes en la época prehispánica, cuando diversas culturas le rendían culto a la muerte.
En la actualidad, dicha fecha está rodeada de otros festejos católicos vinculados a la muerte como el Día de Todos los Santos Inocentes y el Día de los Fieles Difuntos y se mezclan, por fecha e influencia, con Halloween, celebración principal de la temporada en Estados Unidos.
Una de las protagonistas principales del Día de Muertos es la ofrenda o el altar de muertos.
De acuerdo con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), la ofrenda es un ritual “donde el individuo y la comunidad están representados con su dádiva; es un acto sagrado, pero también puede ser profano: la tradición popular es la simbiosis de la devoción sagrada y la práctica profana”.
Asimismo, es considerada un gesto positivo de los vivos hacia los muertos en el que se comparte comida, frutos, líquidos y más.
Ofrecer estos elementos es la oportunidad de dialogar con los recuerdos y la vida de los difuntos, dice el INPI.
Las ofrendas como se conocen es una mezcla cultural, donde los europeos pusieron inicialmente las flores, velas y veladoras, y donde los indígenas agregaron el sahumerio con el copal, la comida, la flor de cempasúchil, el pan, la sal, el agua, el petate.
En las ofrendas modernas se conservan estos elementos, pero también se añaden retratos de los difuntos, calaveras de azúcar que evocan la presencia de la muerte; alcohol, papel picado, decoraciones alusivas a la temporada, frutos de temporada y la comida favorita del o los difuntos.
Tradicionalmente los altares u ofrendas suelen estar diseñados de varios niveles, según las tradiciones familiares: los de dos pisos representan el cielo y la tierra; los de tres pisos representan el cielo, la tierra y el inframundo, mientras que los de siete pisos indican los niveles que atraviesan las almas para llegar al descanso eterno.
Algunas culturas creen que los siete niveles representan los siete pecados capitales, mientras otras como la azteca creen que los siete niveles son los escalores que tienen que pasar los muertos para llegar al Mictlán o el inframundo.
Si bien cada escalón tiene su significado, en cada uno se deben poner elementos específicos:
Primer nivel: Imagen de un santo al cual el difunto o su familia sean devotos.
Segundo nivel: Imágenes de las ánimas del purgatorio para ayudar a los difuntos a salir y seguir su camino al cielo.
Tercer nivel: Sal que purifica el espíritu de los niños en el purgatorio.
Cuarto nivel: Pan de muerto que simboliza la eucaristía. El elemento fue añadido durante la evangelización española. Cada rincón de México tiene su propia noción del pan de muerto, así como el tamaño y la figura.
Quinto nivel: Comida y frutas que le gustaban al difunto.
Sexto nivel: Fotos de los difuntos.
Séptimo nivel: Cruz hecha con semillas, frutas, flores o con incienso.
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