El ayuno intermitente es una de las dietas más populares actualmente para perder peso, controlar el azúcar en la sangre e incluso por la creencia que puede prevenir diversas enfermedades crónicas relacionadas con el corazón.
Si bien es un régimen atractivo por su plan de alimentación y posibles resultados, una nueva investigación sugiere que el ayuno por sí solo no otorga ningún beneficio especial en comparación con otras dietas normales.
Un reciente informe publicado en JAMA Internal Medicine señala que las personas que se someten al ayuno pueden ver una disminución considerable de peso relacionada a la pérdida de masa magra o músculo, pero no de grasa.
Los científicos llegaron a esta conclusión después de analizar a 116 adultos asignados al azar en un grupo de ayuno y en otro de control de peso durante 12 semanas.
El grupo de ayuno limitó su ingesta de calorías entre las 12 pm y las 8 pm todos los días, mientras el segundo grupo tuvo tres comidas al días además de bocadillos.
Al final del estudio, los voluntarios no demostraron cambios significativos en pérdida de peso o cambios en marcadores de salud metabólica como grasa, colesterol o azúcar en la sangre.
Otra investigación hecha a inicios de este año apunta que la pérdida de masa muscular durante el ayuno se relaciona con la recuperación de peso a largo plazo y con efectos secundarios como la debilidad.
Esto se debe a que el ayuno, además de restringir las calorías, limita el consumo de proteínas, esenciales para mantener la masa magra bajo control.
Los voluntarios con ayuno registraron un 65 por ciento de pérdida de masa magra de su pérdida total de peso.
Esto es un porcentaje superior al normal dentro de dietas típicas con restricción de calorías, en el que los músculos representan entre el 20 y 30 por ciento de la pérdida total de peso.
De acuerdo con Harvard, el régimen consiste en un plan de alimentación de 16 horas al día sin comida y ocho horas de consumo de calorías recomendadas (16:8). Una segunda variación consiste en el consumo normal de calorías por cinco días y dos con una alimentación restringida a 500 o 600 calorías por día (5:2).
El ayuno intermitente, al igual que otras dietas, ayuda a ingerir menos energía cada día de lo que el cuerpo quema durante su funcionamiento diario.
De esta forma, los niveles de insulina en el cuerpo bajan y son sustituidos por el azúcar almacenado en las células para usarse como energía. La insulina baja promueve la quema de grasa, lo que resulta en la pérdida de peso paulatina.
Los expertos de Harvard señalan que las personas suelen abandonar el plan por su intensidad, pero quienes la continúan suelen experimentar impulsos biológicos de comer en exceso después del ayuno, ya sea por horas o días.
Además, es costosa en comparación de una dieta estándar y lleva a las personas a presentar sensación de cansancio, irritabilidad, deshidratación y baja tolerancia a las bebidas alcohólicas.
La dieta no es recomendada para pacientes con diabetes, con presión arterial alta o baja, enfermos cardíacos, adultos mayores, mujeres embarazadas y pacientes con trastornos alimenticios debido a que la falta de calorías puede afectar su condición.
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