El vino es una de las bebidas alcohólicas más famosas y consumidas mundialmente, casi al mismo nivel que la cerveza y las bebidas “espirituosas”, como el ron, el whisky, el tequila y el mezcal.
Asimismo, es una de las más complejas a elaborar, ya que necesita un proceso cuidadoso que asegure una vida larga útil, resguarde su sabor y hasta lo mejore con el paso del tiempo, tenga una calidad irrompible y que ayude a la producción de varios tipos.
Los expertos estiman que hay al menos 10 mil variaciones diferentes de su materia prima, que es la uva de vinificación, cultivada en todo el mundo
Estas uvas se usan para producir cerca de medio millón de vinos al año, cada uno con su propia cualidad y calidad. Pero entre tanta variedad…
Las prácticas de degustación, olfateo, e incluso la primera impresión son el comienzo para aprender sobre el vino, su calidad y si es bueno para nuestro paladar.
En un nivel más elevado, los expertos reconocen su calidad a través de sus experiencias personales, conocimiento del tema y hasta entrenando casi a la perfección el paladar y el olfato.
Según los expertos en producción y sommeliers, la calidad del vino depende de varias fases y se determina por la uva de la que procede, su maduración, condiciones de cultivo y cosecha, temperatura, edad del vid, humedad del suelo y temporada en la que se cultiva.
Los criterios clásicos y básicos que pueden revisar los usuarios sin experiencia o nuevos en el arte del vino son los siguientes:
La botella debe estar en buenas condiciones, brillante y limpia para asegurar que no tiene mucho tiempo almacenado. De lo contrario, es probable que el corcho esté seco y haya dejado entrar oxígeno. Si esto pasa, el líquido se oxida y le da un sabor y olor desagradable, como a podrido.
Algunos de los vinos catalogados como mejores del mundo tienen procedencia de Francia, Italia, España, Portugal, Alemania, Austria, Sudáfrica, Australia, Reino Unido, Nueva Zelanda y entre otros 60 países más.
Estados Unidos también es uno de los principales países productores de vino de calidad. En California, Washington y Oregón se elaboran los mejores.
El vino puede ser de dudosa calidad si el corcho está en mal estado, seco o viejo.
Si este elemento está en mal estado, puede contaminar el líquido con un compuesto químico llamado 2,4,6-tricloroanisol, TCA, que provoca los olores a moho o periódico mojado.
No importa el color que originalmente tenga el vino, si es rosado o rojo, lo importante es que no tenga una apariencia turbia.
La mayoría de los vinos jóvenes tienen un aroma agradable para la nariz, desprendidos de los componentes como las uvas, toronjas o duraznos. Los vinos viejos suelen tener un olor a roble viejo. Esto significa que son buenos.
Los buenos vinos no huelen a madera, si huele o sabe a esto, quiere decir que el vino ha madurado en barricas viejas que añaden matices al líquido.
Los expertos lo mencionan como la textura que puede ser ligera o pesada para el paladar. O bien, arrugada, áspera, lisa, blanda o un intermedio entre todos. La calidad se puede medir por el extenso tiempo de la consistencia en la boca.
Como lo mencionamos antes, la percepción de los sabores es individual. No importa si no se encuentra el sabor de cada componente, es suficiente con que sea agradable.
El término equilibrado tiene que ver con la cantidad de alcohol que contiene (puedes revisar en la etiqueta de la botella), si su consistencia es caliente y fuerte, si tienen sabor a frutas, a roble o si es ácido.
Un buen vino puede determinarse con la forma y el tiempo en que queda en la boca, por ejemplo, si sus sabores y matices se sienten tiempo después de haber tomado una copa.
Cuanto más tiempo dure el sabor y la sensación del vino en la boca, mayor es su calidad. Los expertos estiman que a partir de 10 segundos es un buen vino y a partir de los 20 segundos es un excelente vino.
Muchas veces la calidad se mide con el precio de una botella, entre más alto mejor, pero puede haber botellas desde $200 a $500 pesos mexicanos de marcas poco populares de buena calidad.
Los vinos finos y de buena calidad, ya sea tinto, blanco, espumoso, dulce, rosado o fortificado, en México suelen venderse hasta en $2 mil pesos; sin embargo, los vinos raros, extranjeros, de edición especial o de grandes marcas pueden venderse hasta en más de $10 mil.
La vida útil de un vino termina una semana después de que se abrió y se refrigeró. Después de este tiempo, el vino comienza una segunda fase de oxidación y cambia su sabor, textura, color y olor hasta crear bacterias que promueven su descomposición.
Una señal que delata el mal estado del vino después de la semana de haber sido abierto es una especie de tela o residuo que se adhiere a la botella o una neblina turbia en el líquido que antes no estaba allí.
Cuando un vino tinto se echa a perder cambia su color a un tono más marrón u opaco y pierde cualquier rasgo del tono rojo vivo que tenía cuando fue abierto por primera vez.
Asimismo, un vino descompuesto desarrolla burbujas gaseosas y olores ácidos y picantes, casi como el vinagre.
En cuanto al sabor, un vino echado a perder sabe más ácido o amargo y pierde cualquier sabor a frutas.
Mantener la vida útil de un vino después de abrirlo es fácil, ya que sólo requiere ser cerrado herméticamente con el corcho o la tapa o un tapón reutilizable para vinos.
La botella debe ser refrigerada, no importa si es vino blanco, tinto o espumoso. Mantendrá su buena calidad y vida útil sólo una semana después de abrirlo.